El Málaga, tras una magnífica primera parte en la que dominaba al Valladolid (0-1), encajó dos goles de córner idénticos, de cabeza, tras la pasividad defensiva del equipo, y al final logró rescatar un punto con una genialidad de Pawlowski.
Era un partido para ganarlo y el Málaga CF estuvo a punto de perderlo. Al final, empate y un puntito. Poco bagaje media hora antes de la conclusión. Gran botín visto lo visto. Fiel, al fin y al cabo, a la famosa «media inglesa». Ganar en casa y empatar fuera. El punto será un puntazo si el Osasuna, próximo rival en La Rosaleda, muerde el polvo, pero un borrón del que nos acordaremos mucho, muchísimo, por lo que sucedió anoche bajo la lluvia en el José Zorrilla.
Una pena que el Málaga malgastara una primera parte primorosa en Valladolid. Mandó, tocó y marcó. Su mejores minutos a domicilio. Con descaro, sin miedo, con laterales profundos y un chicharro de oro de Roque Santa Cruz. «No podemos estar satisfechos del punto», dijo a la conclusión el propio paraguayo en Canal Plus. Porque tras volver de vestuarios, el Málaga se apelotonó en 15 metros, junto a su área, y el Valladolid bombeó balones. En dos córners, en dos errores defensivos, el Málaga se dejó remontar. Cada córner fue un calvario. Un ataque de psicosis en la zaga. Y dos remates de cabeza, del veleño Javi Guerra y de Osorio, desbarataron todo lo bueno, que fue mucho, ejecutado antes por los costasoleños.
Salieron El Hamdaoui y Pawlowski. Y con ese simple gesto de Bernd Schuster, ante un Valladolid asfixiado y roto físicamente, con lesionados, el Málaga encontró recompensa. El polaco se inventó un gol repleto de talento, tras un control que envió a la red si dejar botar el esférico. Y luego el marroquí nacido en Holanda le pegó con el alma al travesaño. Del correcalles el Málaga pasó de ganar a perder, luego a empatar y después a poder reconquistar esos tres puntos que al final se quedaron en uno.
¿Qué hubiera sido lo justo? Pues sí, quizá ese reparto. Uno para cada uno. Al Valladolid por intentarlo y al Málaga por no mantener con oficio lo que era suyo. Un punto para ver la botella medio llena o medio vacía. Encadenar cinco jornadas sin perder tiene mucho mérito en Primera División. Y es justo lo que ha logrado el Málaga, tras empatar en el Pizjuán (2-2), vapulear al Rayo (5-0), igualar en San Sebastián (0-0), vencer al Almería (2-0) y firmar tablas anoche en Pucela (2-2). Pero, sin embargo, deja un regusto amargo. Porque sabedor de que no había logrado aún ninguna victoria a domicilio tras caer en el debut en Valencia (1-0) y empatar luego en Sevilla y Anoeta, el Málaga avanzó un paso más en su puesta en escena. Schuster gestionó sus recursos de una forma estupenda y en Zorrilla, el equipo no salió a especular, sino a tener el balón y a tratar de jugar al fútbol.
Salvo en los 10 primeros minutos, en los que el lógico empuje blanquivioleta puso en problemas a Willy Caballero, luego el centro del campo se asentó, Roque dio oxígeno y el Málaga jugó a placer en una primera parte primorosa. Las cuatro rotaciones no necesitaron ni adaptarse. Camacho ocupó el eje de la medular y eso permitió a Tissone salir de la cueva y jugar más adelante, en la línea de cuatro junto a Portillo, Morales y Eliseu, otros dos que entraron en el once. El cuarto fue el propio Roque, que anotó un golazo que resumió a la perfección la propuesta costasoleña. Toque y toque. Morales a Tissone. Pase medido al desmarque del paraguayo. El ariete le cogió la espalda a Peña y la clavó por la derecha, engañando a Mariño.
Era el minuto 23 y la propuesta de Schuster ya tenía recompensa. La mentalidad era la misma: sacrificio, lucha y compromiso. Acumulación de hombres en la medular y, esta vez, vía libre para los laterales. Jesús Gámez y Vitorino Antunes, anclados en defensa en los primeros encuentros a domicilio, soltaron lastre esta vez y se lanzaron al ataque, sin pudor. Sus internadas fueron un quebradero de cabeza para el equipo de Pucela. Si la primera mitad hubiera durado 10 minutos más, probablemente el Málaga habría sentenciado el partido. Pero el fútbol es fútbol. Y el encuentro se fue al descanso. Y ahí el cuadro de Juan Ignacio Martínez recargó pilas e ideas. Balones a la espalda de los centrales, por alto. Y justo por arriba, en el lanzamiento de un córner, el veleño Javi Guerra le ganó la partida a Tissone y cabeceó, sin saltar, a la derecha de Caballero. Sin apenas tiempo de asimilarlo, Osorio cabeceó el segundo, también tras un saque de esquina, solo y sin marca. La botella ahí estaba vacía... ¡sequita! Pero Pawlowski la recargó con talento. Dos errores marcaron el partido y dejaron al Málaga en mitad de la table. ¿Su sitio natural? Visto lo visto, con algo más, hay madera para ir hacia arriba. Ojalá se cumpla.
La presentadora hizo una colaboración en la serie de Telecinco. Cristina Pedroche revolucionó a los vecinos de Mirador de Montepinar en el cameo que protagonizó este lunes en La que se avecina. La presentadora participó en la serie de Telecinco, donde dio vida a Flora, una joven reivindicativa que alquiló una habitación en casa de Berta. Antonio Recio y Amador quedaron entusiasmados ante la llegada de la nueva vecina al edificio y no dejaron de intentar conquistarla demostrando que ellos eran tan 'antisistema' como ella. Flora quedó enamorada de Antonio Recio , a quien admiraba desde que tiró un centollo a Zapatero en capítulos anteriores. El mayorista renunció incluso a sus ideas y se convirtió por un momento en un entusiasta antitaurino, hasta conseguir enamorar a la nueva vecina. Flora y Recio acabaron en la cama, aunque en el último momento la joven descubrió al verdadero Antonio Recio
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