El conjunto blanquiazul saca billete para la permanencia tras doblegar al Villarreal en un gran partido con goles de Santa Cruz y Darder – Con nueve puntos de distancia con el descenso y con doce por disputarse, la salvación virtual fue celebrada por jugadores y técnico sobre el césped.
Sin estridencias, sin fuegos de artificio y casi celebrándolo por lo bajito, el Málaga CF certificó ayer virtualmente su permanencia en Primera División un año más. Lo hizo con la seguridad que otorga un buen triunfo, uno de los mejores partidos del año que sirvió para endulzar un curso lleno de sinsabores, pero también para maquillar una de las temporadas más complicadas de los últimos tiempos. Sí, el Málaga es de Primera y lo seguirá demostrando el próximo curso.
La imagen de Schuster celebrando en el centro del campo la victoria fue claramente sintomática por todo lo que ha sufrido el germano. Aunque no es matemático y aunque no es oficial, el Málaga ya sabe que ha hecho los deberes y que volverá a jugar el próximo año en la elite, entre los mejores de España. El alemán, acostumbrado a abandonar el césped casi al unísono con el pitido final del colegiado, saltó en esta ocasión al ruedo para celebrar con sus jugadores y con el resto de su cuerpo técnico este triunfo, que tenía el dulce sabor de la salvación. Fue la imagen del partido, el final a un año lleno de sufrimiento pero que se ha sellado con un final impecable, de grandísimo mérito.
Porque un cambio tan drástico y difícil de asimilar como el que ha vivido el conjunto de Schuster este curso era difícil de regatear. El alemán y su plantilla han superado los infortunios y las piedras que encontraron por el camino para asegurar, cuatro jornadas antes del final de curso, su presencia un año más en Primera.
Está claro que éste no es el mejor Málaga de la historia ni tampoco el que más hace vibrar al malaguismo, pero no deja de ser un equipo formado por hombres comprometidos y luchadores. En un ataque de rabia en las últimas jornadas y en los aciertos del técnico germano con las teclas necesarias, el Málaga podrá tener un plácido final de curso, tras los tres puntos cosechados en la victoria sobre el Villarreal y podrá ponerse a pensar en el siguiente año, en el que debe dar un pasito más adelante para evitar malos entendidos.
Pocos pensaban a mediados de temporada que este Málaga se salvaría con cuatro jornadas de antelación. Y a falta de 12 puntos por disputarse, sólo una catástrofe matemática posibilita esa opción.
Hoy el malaguismo está contento. Satisfecho con su equipo e ilusionado con que el próximo año pueda subir un escalón. O al menos, que se parezca al Málaga que se deslizó ayer por Martiricos para cautivar a propios y extraños. Este equipo con estos mimbres y esta capacidad de sacrificio, manteniendo una regularidad como lo ha hecho en las últimas jornadas, podría estar llamado a hacer algo bonito. Casi parece que la Liga se le va a quedar corta, pero a tenor de todos los acontecimientos vividos, casi mejor echar el cierre y pensar en la próxima campaña cuanto antes.
Lo cierto es que el Málaga de ayer era el que todo el malaguismo soñaba para este curso el pasado verano. El fútbol total de Schuster, el juego atrevido de toque y presión, la calidad de jugadores importantes como Santa Cruz, Darder, Amrabat o Duda, el sacrificio de Camacho y su zaga... Todo ello hacen un magnífico conjunto del que casi da pena despedirse. Porque ayer, en La Rosaleda, y aunque aún queden dos partidos más, los abrazos y los aplausos de algunos tenían sabor a despedida.
La imagen de Schuster celebrando en el centro del campo la victoria fue claramente sintomática por todo lo que ha sufrido el germano. Aunque no es matemático y aunque no es oficial, el Málaga ya sabe que ha hecho los deberes y que volverá a jugar el próximo año en la elite, entre los mejores de España. El alemán, acostumbrado a abandonar el césped casi al unísono con el pitido final del colegiado, saltó en esta ocasión al ruedo para celebrar con sus jugadores y con el resto de su cuerpo técnico este triunfo, que tenía el dulce sabor de la salvación. Fue la imagen del partido, el final a un año lleno de sufrimiento pero que se ha sellado con un final impecable, de grandísimo mérito.
Porque un cambio tan drástico y difícil de asimilar como el que ha vivido el conjunto de Schuster este curso era difícil de regatear. El alemán y su plantilla han superado los infortunios y las piedras que encontraron por el camino para asegurar, cuatro jornadas antes del final de curso, su presencia un año más en Primera.
Está claro que éste no es el mejor Málaga de la historia ni tampoco el que más hace vibrar al malaguismo, pero no deja de ser un equipo formado por hombres comprometidos y luchadores. En un ataque de rabia en las últimas jornadas y en los aciertos del técnico germano con las teclas necesarias, el Málaga podrá tener un plácido final de curso, tras los tres puntos cosechados en la victoria sobre el Villarreal y podrá ponerse a pensar en el siguiente año, en el que debe dar un pasito más adelante para evitar malos entendidos.
Pocos pensaban a mediados de temporada que este Málaga se salvaría con cuatro jornadas de antelación. Y a falta de 12 puntos por disputarse, sólo una catástrofe matemática posibilita esa opción.
Hoy el malaguismo está contento. Satisfecho con su equipo e ilusionado con que el próximo año pueda subir un escalón. O al menos, que se parezca al Málaga que se deslizó ayer por Martiricos para cautivar a propios y extraños. Este equipo con estos mimbres y esta capacidad de sacrificio, manteniendo una regularidad como lo ha hecho en las últimas jornadas, podría estar llamado a hacer algo bonito. Casi parece que la Liga se le va a quedar corta, pero a tenor de todos los acontecimientos vividos, casi mejor echar el cierre y pensar en la próxima campaña cuanto antes.
Lo cierto es que el Málaga de ayer era el que todo el malaguismo soñaba para este curso el pasado verano. El fútbol total de Schuster, el juego atrevido de toque y presión, la calidad de jugadores importantes como Santa Cruz, Darder, Amrabat o Duda, el sacrificio de Camacho y su zaga... Todo ello hacen un magnífico conjunto del que casi da pena despedirse. Porque ayer, en La Rosaleda, y aunque aún queden dos partidos más, los abrazos y los aplausos de algunos tenían sabor a despedida.
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