El Málaga cae derrotado con el Elche en un partido cargado de tensión y de malas artes por parte de los, que se dedicaron al "otro fútbol" tras marcar Rodrigues.
Málaga y Elche regalaron ayer tarde un bochornoso espectáculo futbolístico con la complicidad de Estrada Fernández y con la afición malaguista como gran víctima del día. El fútbol de picaresca, el del barrio de toda la vida en el que se mueven con gusto los pillos y los listos, el que se esconde en las categorías más bajas, o el que sale a relucir en campos de albero quizás te hace ganar partidos como el de ayer, pero también sacan a relucir lo más odioso de este deporte tan precioso. De todo ello hubo de sobra ayer en Martiricos para decepción de la parroquia malaguista y para regocijo de Fran Escribá y sus pupilos.
Está claro que España no es país para este antifútbol. En la cuna de los Iniesta, Xavi, Xabi Alonso o Isco es casi un insulto poner en práctica tan malas artes. Pero sería una lectura sumamente errónea quedarse sólo en la primera capa del problema, en la que se ve a simple vista. El Málaga no supo leer el fútbol cicatero y sucio que los ilicitanos pusieron en práctica y por eso acabó perdiendo los puntos y los papeles. Hay mucho que reprochar éticamente al Elche, pero sin duda es encomiable su entrega y su capacidad para sacar de quicio al rival. Hay que recordar que los alicantinos llegaban con el agua al cuello, jugándose la vida y mirando el descenso de tú a tú. No fallaron y lo dejaron todo en el campo, hasta su dignidad.
Es por eso que al Málaga hay mucho que echarle en cara. Sin duda, Schuster tiene razón al alertar la bajada de brazos de más de uno. No es el mismo Málaga que hace un par de semanas peleaba y luchaba con todas las armas y magníficos argumentos al Villarreal de Europa League. No es el mismo equipo que ha puesto en práctica un fútbol de garra y de entrega en la segunda vuelta para dejar muy encaminada su salvación. A buen seguro que la baja de Nordin Amrabat la acusa este equipo. Desde luego que el holandés con pasaporte marroquí es el faro futbolístico de esta plantilla. Pero el «bajonazo» de sus compañeros es alarmante y sintomático.
Todo ello evita que a estas alturas, con dos jornadas para el final, el Málaga deba estar pendiente de terceros para sellar su salvación matemática. Un mal que está ensuciando su buen tramo final de campaña y que deja abierto el debate de si el equipo no puede o no quiere.
Queda la sensación de que, una vez sellada la salvación virtual, el mensaje de la plantilla es que no va a partirse el lomo por acabar entre los diez primeros. O lo que es lo mismo, que no quieren que Schuster renueve. Lo ha denunciado el alemán en sala de prensa y no parece que vayan mal pegados los tiros.
De cualquier forma, y pese a que el runrún en La Rosaleda sigue soplando en vías de acabar el vínculo que une al alemán, la afición no merece tan penoso final. Jugadores desordenados, sin ofrecer el cien por cien, erráticos, desconcentrados... Un cúmulo de despropósitos que dejan la sensación de que no se está en lo que hay que estar.
Ayer, el Elche, sin nada del otro jueves, se puso por delante con un zapatazo de Rodrigues bastante pronto (11´). Ahí se acabó el partido y comenzó el cursillo avanzado de quejas y lamentos acompañado de tánganas, peleas, insultos y cosas varias. El Elche marcó su golito y aunque dispuso de alguna que otra ocasión para ampliar su cuenta –un zapatazo de Márquez al palo–, se dejó llevar por el camino equivocado.
Del Málaga, pocas noticias. Santa Cruz falló un mano a mano clarísimo en la ocasión más clara antes del descanso, pero sus piezas no congeniaban. Iakovenko no termina de dar el saltito que se esperaba de él. Al igual que Pablo Pérez. Samu estuvo desconocido. Santa Cruz, sin acierto. Duda, desacertado. Antunes, para venderlo... Y así con todos. Nadie dio la talla ni puso cordura en el ataque de crispación en el que había entrado el choque.
En la reanudación la historia fue la antihistoria. No hubo fútbol, sólo lamentos. Primero por parte de los jugadores ilicitanos, que convirtieron cada golpe en un examen médico. Las pérdidas de tiempo fueron tan llamativas e insultantes que hasta superaron al trencilla, al que tomaron el pelo una y otra vez.
No fue su día como tampoco el del Málaga, que sólo disparó a puerta en un tiro lejano de Darder. Sólo en varios córners llevó peligro. Pero fue tan estéril como los lloros desde la grada. La suerte estaba echada y se alió, curiosamente, con que menos la solicitó. Ahora sólo queda esperar o rezar.
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