(0-0) Málaga y Athletic empatan a nada en la ida de cuartos de final de la Copa del Rey, donde la falta de acierto y el miedo de ambos equipos deja todo por decidir para el jueves que viene en San Mamés
Puede sonar a topicazo, pero la eliminatoria está más abierta que nunca tras lo visto anoche en La Rosaleda. Bueno, ver, lo que se dice ver, se vio bastante poco de unos y de otros. Era tal el miedo a perder o encajar un gol de ambos equipos que no dejaron desparramar su fútbol como premio a los 12.000 valientes aficionados que habían desafiado al frío y al horario intempestivo. Combate nulo por lo tanto tras el «resultado gafas» y eliminatoria que se resolverá en los siguientes noventa minutos en San Mamés.
Es de suponer que éste no era el plan de Javi Gracia, que el técnico navarro cuando preparó el partido con sus chicos estos días los aleccionó para buscar un golito y así llevar ligera ventaja a tierras vascas. Pero claro, una cosa es querer y otra poder. Desde luego, ayer el Málaga no pudo con un Athletic bien plantado, que se limitó a escupir cada balón que rondaba su área. No se recuerda ni una sola intervención de Iago Herrerín –meta suplente del Athletic– lo que demuestra el flojo partido de los hombres de ataque blanquiazules.
Pueden repartirse culpas en lo de anoche, análisis a debatir. Uno de ellos podría centrarse también en la personalidad de la plantilla para saltarse el guión establecido. Sujetos a las directrices tácticas, nadie se salió del papel que tenía que asumir al que había sido encomendado. Ni un regate fuera de lo común, ni un pase extravagante o ni un disparo inesperado. Nada. Partido plano e insulso. Un mal achacable posiblemente a la juventud del plantel, no acostumbrado a lidiar con este tipo de eliminatorias, donde el miedo a fallar atenazó más de la cuenta.
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