El Málaga sale derrotado de su visita al Levante después de haberse adelantado en el marcador con un gol de Juanmi - Una pésima actuación del colegiado y una malísima puesta en escena condenan a los de Gracia en el peor partido del curso
Que el Levante, hasta la fecha último clasificado y equipo menos goleador de Primera, te endose un 4-1 acompañado de un buen meneo en intensidad y por momentos de buen juego es para hacérselo mirar. Todo ello, claro está, condicionado por la penosa actuación de Del Cerro Grande, que declinó el partido con sus dos errores garrafales en los dos primeros goles levantinistas.
Hay que decir que llegados a este punto del análisis no se sabe si fue antes la gallina o el huevo, es decir, que hay dudas de si el Málaga perdió por su penosa actuación o por la del de negro –ayer más de granota que nunca–. Pero es evidente que condicionó muchísimo el partido, aunque esos debates abiertos desde luego hacen flaco favor al Málaga CF. Primero porque es una verdad condicionada que se perdiera por el árbitro, y segundo porque taparía grandes carencias de este equipo que sólo la holgada clasificación evita que sean males mayores.
Si ayer se hubiesen repartido también los Goya en clave malaguista, desde luego el duelo de anoche habría sido el drama del año. Un partido perro, frío, sin los focos de hace unos días en La Rosaleda, con poca intensidad blanquiazul y con la peor imagen de la temporada. Una película para no verla nunca más. Un duelo del que sólo aprender lo que no hay que volver a hacer.
Es evidente que nadie rindió a un nivel competitivo. Ni la portería ni la zaga ni el centro del campo ni la delantera. Nadie estuvo a un nivel óptimo y todos suspendieron. No hubo timón ni timonel. Y eso que el equipo de Gracia fue casi de gala con los centrales habituales, los mediocentros esperados y con los cuatro malagueños en ataque que brillaron el pasado lunes. Pero si no hay intensidad no hay paraíso. Y esa lección, tan bien aprendida en la primera vuelta de la temporada, pareció ayer estar en chino mandarino para el conjunto blanquiazul.
Pese a todo, el Málaga arrancó ganando. Y es que se podría decir que el partido de ayer fue de pillos, aunque quizás ese calificativo sería demasiado generoso para catalogar a David Barral, del que pocas acciones educativas se pueden rescatar. Juanmi adelantó al Málaga en una acción inteligente y generosa. Pero del delantero gaditano del Levante no se puede rescatar nada honroso en sus dos primeras acciones para desnivelar la balanza. Primero simuló vergonzosamente una falta al borde del área en la que picó Del Cerro Grande y que luego no acertó a despejar Kameni. Debió gustarle al colegiado madrileño eso de señalar infracción que no era a favor de Barral, porque también se inventó un penalti sobre el 7 levantinista que no era. 2-1 sin oposición y con Barral vestido de estrella.
Es el gaditano un jugador que se hace odiar, que se recrea en su malicia hacia al rival para sacarlo de sus casillas. Está claro que al Málaga le ha tomado la medida tras los dos goles de Copa de hace unas semanas y el hat trick de ayer. Sí, porque no contento con marcar dos goles, Barral también ejecutó el tercero, ya en la segunda parte, aunque en un dudoso penalti de Sergio Sánchez.
Para entonces el Málaga ni estaba ni se le esperaba. Fue tan nula la capacidad de reacción blanquiazul que Gracia no dudó en quitar a Javi Guerra, el único delantero centro de la plantilla, para incorporar a Amrabat. No hubo respuesta ni con el holandés sobre el césped. Ayer no era el día.
De hecho, es que casi ni se puso en aprietos a Mariño. Un Levante que se había mostrado sumamente frágil durante toda la temporada, ayer era un titán, parecían hombres jugando contra niños.
Uche no tardó en sumarse a la fiesta de Barral y marcó el 4-1 definitivo. El Málaga ya había arrojado la toalla y no daba síntomas ni muestras de reacción. ¿Pesadez en las piernas? ¿Desidia? ¿Intensidad? ¿Falta de calidad? No está claro, sólo el tiempo dirá si esto ha sido un camino a seguir –el día del Almería y del Sevilla ya se vieron algunos síntomas preocupantes– o si son despistes propios de un equipo imberbe y con aceptables altibajos. No importa, de cualquier forma, sólo le queda levantarse y seguir luchando.
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